Esta semana estrenó en el cine Gaumont “Bastardos”, película argentina que cuenta la historia de cómo Gustavo Menéndez llega al poder. Para quienes no sepan, Menéndez es quien desbancó a Raúl Othacehé, antiguo barón de Merlo, haciéndose con su intendencia. Actualmente, el intendente Menéndez se encuentra licenciado por causas de malversación de fondos.
La película
Si uno dice elenco de primerísima línea, tiros, mafia, traición, infidelidad, lealtad, familia, uno pensaría que está yendo a ver la película del año, y encima a $200 en el Cine Gaumont. Uno lo pensaría, y estaría equivocado. Bastardos es una de esas películas donde todo sale tan mal que termina saliendo bien. Si te gustan películas como The Roomi o Un Buen Día andá a verla sabiendo con lo que te vas a encontrar. Si no seguí de largo, corta.
Trailer de Bastardos, la biopic de Gustavo Menéndez
Bastardos narra la historia de cómo “Méndez”, hombre de buen corazón y compromiso, logra a pulmón y coraje desbancar a “Otache”, baron y mafioso de Merlo. La película nos deja en claro que “Otache” es un ser despreciable desde el primer momento. Ojo, Otacehé no era ningún nene de pecho, realmente era un mafioso profesional. Pero tal vez no era necesario que nos lo refrieguen en la cara haciendo ahorcar un perrito. Y si lo iban a hacer pedir que lo tiren a la basura era demasiado, podíamos entender que era malo sin ser tan obvios.
La trama de la película es mala. Los personajes son completamente bidimensionales, el hilo temporal no tiene ningún sentido (varias veces los personajes cuentan hechos como si estuviesen en un pasado lejano, cuando deberían haber pasado hace días y luego terminan sucediendo en el futuro). La fotografía es mala y hay escenas directamente plagiadas cuadro a cuadro a otras películas. Lo más destacable son los efectos especiales. Las actuaciones no me parecieron malas necesariamente, no en todos los casos al menos, pero el guión y la edición no ayudaron para nada a los actores.
Ahora, si la película es tan mala ¿Cómo es que tiene el elenco que tiene y que la estrenaron con bombos y platillos en el Gaumont? En parte la respuesta es que fue de lo primero que filmó el cine argentino saliendo de la pandemia. Por otro lado, la película está en el medio de una red de corrupción de la cual se ha hablado poco en la previa al estreno.
La película detrás de la película
Menéndez es un personaje muy particular, los merlenses pueden dar fe de ello. Estamos hablando de alguien que cuando la scaloneta ganó el Mundial contrató un doble de Messi para filmar cómo iba a llevarle la copa y agradecerle a él y al pueblo de Merlo. Como si no fuera poco en el living del compañero Menéndez aparece el fantasma del Diego y se dan un abrazo con Messi. Esta iniciativa lo pinta de cuerpo entero. Por eso no nos debería extrañar que en un año electoral use como herramienta de disputa una película tan autoreferencial que toma tintes bizarros.
Ahora bien, como buen film de barones del conurbano, la película no estuvo exenta de sus chanchullos y trasfondos. Resulta que Pablo Yotich, director y protagonista de Bastardos, fue funcionario de Menendez y dirigió el Polo Audiovisual de Merlo. Yotich fue director del mismo. Mientras cumplía funciones, el Polo Audiovisual de Merlo financió la película (de vuelta, dirigida por el director del Polo y cuya trama retrata el ascenso del Intendente). Años más tarde Yotich fue imputado por malversación de fondos.
Menéndez mismo estuvo envuelto en causas por malversación de la época en que era director del Casino de Mar del Plata, y fue inhabilitado de ejercer cargos públicos hasta fines del 2022. Afortunadamente para el intendente licenciado, la Corte Suprema provincial definió que se habían pasado por alto pruebas exculpatorias y levantó la inhabilitación de por vida de Menéndez.
Lo que tenemos entonces es un intendente que descubre que puede volver a ser electo después de ver su carrera política completamente frenada por su propio desfalco al Estado. Una serie de actores que son parte del entramado de corrupción del Conurban. Y una película que busca levantar la figura del alcalde merlense en dimensiones que, la mayoría del tiempo, cruza la línea del ridículo.
Y después los panfletarios somos los troskos…
