Aunque parezca apresurado decirlo, a tan sólo 60 días de que asumió el nuevo Gobierno, estamos entrando en una segunda fase de su gestión. La personalidad del presidente y su propuesta política está dinamizando los tiempos en la política argentina.
La primera fase fueron estos 60 días en los que pasó de todo: discurso de espaldas al Congreso, mega DNU, protocolo antipiquetes de Bullrich, devaluación del 120%, presentación y caída de la Ley Ómnibus.
Marcar el fin de una fase luego de 60 días no casualmente coincide con la estrategia que propuso Macri como conclusión en su libro: Si volviera a la presidencia, trataría de aplicar la mayor cantidad de reformas lo más rápido posible en los primeros días de gobierno, cuando los votos otorgan el aval de la sociedad.
Finalizados los primeros 60 días, tenemos un primer saldo de lo que fue el experimento de esta estrategia, veamos caso por caso.
El protocolo Bullrich fue desafiado apenas se anunció, mediante la importantísima marcha de las organizaciones sociales el 20 de diciembre a la tarde y, por la noche, con los cacerolazos que confluyeron en el Congreso y dieron origen a las asambleas populares contra Milei.
El mega DNU, presentado el mismo día de la movilización, tenía como centro profundos cambios en la jurisdicción laboral. Eso desató un paro y movilización de la CGT, que derivó en que la justicia laboral declarara inconstitucional todo lo referente a la reforma laboral del decreto.
La monstruosa ley ómnibus, con más de 600 artículos, tenía como principal objetivo avanzar en el ajuste fiscal, ya que la ley establece que los temas fiscales no pueden modificarse por decreto. Además establecía privatizaciones de todas las empresas públicas y dotar al Presidente de poderes extraordinarios para legislar sin pasar por el Congreso. Finalmente llegó al recinto sin el capítulo fiscal y terminó chocando con la institución parlamentaria debido a la falta de cintura política del Gobierno.
¿Por qué se derrumbó la Ley Ómnibus?
¿Exactamente por qué se cayó la ley ómnibus? No hay nadie que lo diga de manera simple y llana. Milei, en un ejercicio de posverdad, ahora afirma que el objetivo de la ley no era ser aprobada, sino que representaba un cebo para desenmascarar a la “casta política” frente a la sociedad.
Pichetto, el político que verdaderamente dirigió las sesiones durante toda la semana pasada, afirma que la ley podía salir tranquilamente porque el conjunto de los diputados estábamos avalando las reformas más profundas, pero la intransigencia de Milei y su falta de habilidad negociadora e inexperiencia la trabaron, y agrega que “la política se trata de negociar”. Esto nos lleva a una cuestión de principios, de carácter de gobierno y su forma de hacer política.
La política, la esencia de la política, dice Pichetto, es negociar, buscar acuerdos, avanzar con las reformas, y Milei no entiende eso. No entiende la esencia de la política, no entiende cómo avanzar con su programa mediante los mecanismos y las instituciones del Estado.
De Loredo, jefe del bloque de la UCR, salió de la sesión literalmente llorando. Un llanto de impotencia, un llanto de no entender qué pasó. En la entrevista afirma que su bloque estaba completamente dispuesto a discutir las privatizaciones.
Otro obstáculo fue la batalla con los gobernadores para obligarlos a ajustar. Las provincias siguen reclamando la coparticipación. Milei cerró la canilla ahogando las finanzas provinciales, lo que obligará a diferir pagos a empleados estatales y a emitir bonos y cuasimonedas.
Cada provincia tiene su idiosincrasia y su propio esquema de armado y equilibrio de poder, lo mismo vale para el Congreso. La Constitución Nacional está constituída, en su génesis, para que las reformas estructurales requieran que se ganen varias elecciones seguidas, por eso se renuevan las cámaras por partes en cada elección.
Aún con la voluntad expresa de 144 diputados de colaborar y dotar al presidente de las herramientas necesarias para aplicar su programa, cada bloque pelea sus intereses particulares, y ahí es donde falló la muñeca de Milei para poder generar un consenso tras su estrategia.
Milei choca con las instituciones porque viene a cuestionar las relaciones de fuerza entre las clases de Argentina: destruir los sindicatos, los partidos de centro izquierda, los movimientos sociales, avanzar con el ajuste y la reforma laboral, liberalizar la economía, etc. En el transcurso del debate el parlamento giró, porque la posición que tenía Pichetto o la UCR se modificaron hacia la derecha tras una semana de discusión. Se había avanzado en un montón de puntos. Por ejemplo, ni más ni menos que en la aprobación de los poderes extraordinarios para el Presidente.
El Presidente podía llevarse un triunfo político con la Ley Ómnibus y aprovechar sus nuevos poderes para seguir negociando y avanzando en su programa. Había pasado la crisis de la represión el segundo día, que vació el congreso de la oposición, bajando los diputados de UxP y la izquierda a la calle para armar un cordón de seguridad y proteger a los manifestantes de la Gendarmería.
Tras esa crisis del segundo día, fueron los parlamentarios colaboracionistas quienes le cubrieron las espaldas a Milei y Bullrich, posponiendo la votación para el día siguiente en lugar de votar a la madrugada sin la oposición en el Recinto, porque ello hubiera quitado legitimidad a la ley. También el peronismo tuvo que ver en esto, porque Unión por la Patria definió no movilizar al tercer día, y simplemente sentarse para votar en contra.
Entonces es llamativo que, después de tremendo esfuerzo y corrimiento a la derecha de todos los bloques se caiga la ley cuando se comienzan a discutir los artículos en particular, algo que no puede ser interpretado más que como un error político del gobierno y que lo deja ante la disyuntiva: profundizar o ceder. Un error de cálculo que tiene que ver con la personalidad política de la fuerza que gobierna, y que deja al gobierno en una situación de extrema fragilidad.
La disyuntiva del Gobierno
Milei acusa de traidores a quienes ayer lo sostuvieron en el Parlamento, y sus pasados aliados empiezan a hablar de juicio político, hay un choque en ciernes entre los poderes del Estado. Si no hay un nuevo movimiento del Gobierno, el país queda ante la posibilidad de un juicio político y elecciones anticipadas, pero aparece allí una tercera variante, que es la fusión con el PRO.
Pero persiste el problema de la orientación política. ¿La fusión con el PRO representará un soporte a la radicalización del Gobierno, o un camino hacia una “leve” moderación que permita recomponer el vínculo con los otros poderes del Estado?
¿Cristina banca a Milei?
Roberto Navarro citó esta semana a Cristina Kirchner. La dirigente daba algunas definiciones llamativas. Decía que, a pesar de que CFK repudia su programa, considera a Milei como el mejor político de la Argentina actual. También que el peronismo no tiene dirigentes con tanta audacia, y que, en términos económicos, cree que el Presidente controlará la situación económica y logrará bajar la inflación. Navarro agregó además que Cristina tenía “miedo de la violencia en las calles”.
No debe llamar la atención este respaldo de CFK a Milei en un momento de extrema fragilidad política de su gestión. El rol del kirchnerismo ha sido, desde su génesis, la preservación de las instituciones del Estado tras su profundo cuestionamiento durante la rebelión popular del 2001.
Cristina afirma que aún no hay recambio en el peronismo, indirectamente, está llamando a no hacer olas, porque si el gobierno cae no hay alternativa de recambio desde el campo nacional y popular.
Cuando Macri chocó, el 14 y 18 de diciembre del 2017, con las enormes movilizaciones que se opusieron a la reforma previsional, la oposición tenía estrategia y programa. Luego tuvo candidato. Cristina, aclamada por la base peronista para representar al movimiento, presentó su libro “Sinceramente” y subió al ring a Alberto Fernández en reemplazo de ella misma. El peronismo tuvo entonces discurso, estrategia y candidato, tres elementos de los que hoy carece.
Milei porlariza con su propio programa
En este momento, estás en un Milei que polariza solo con el daño que le hace su programa a los sectores populares. Ante la crisis con las instituciones, al no tener nadie “del otro lado del mostrador”, redobla la apuesta.
La política opera por relación de oposiciones. Milei no polariza contra un opositor claro, sino con el daño que hace al cuerpo social su política de gobierno. Ahora, el aumento del transporte es otra medida que golpea fuertísimo a los sectores populares, impidiendo incluso que a muchos les sea rentable ir a trabajar.
Esta semana se anunció finalmente un aumento del 400$ al transporte en el Área Metropolitana de Buenos Aires y el fin de los subsidios a las provincias, lo que podría llevar el boleto a mil pesos en algunos casos.
La gente, práctica, está saltando el molinete del tren y el subte. ¿Pondrá Milei un policía en cada estación para que la gente tenga que pagar el carísimo boleto? Recordemos que así inició la rebelión popular en Chile contra el recientemente fallecido ex presidente Sebastián Piñera.
Surge entonces la desobediencia civil, el germen de las asambleas populares, cacerolazos y movilizaciones. Todavía sin una representación política clara.
La izquierda es la única fuerza que impulsa la movilización sin condiciones e impulsa el proceso de organización desde abajo expresado en los cacerolazos y las asambleas populares, pero no cuenta aún con una representación política ni una fuerza orgánica que pueda operar de recambio en caso de una caída del Gobierno.
El “barajar y dar de nuevo” tras los primeros 60 días de Milei en el poder abren posibilidades de construcción para un fuerte movimiento opositor desde abajo. La izquierda debe ampliar su base tendiendo puentes en pos de la puesta en pie de una alternativa política a la crisis en curso.
Por lo tanto, se debe tener una política amplia, que tienda a la confluencia con las base del peronismo que quieren enfrentar al Gobierno, intentando empujar a esa fuerza política a ir más allá de lo que ellos mismos quisieran. Replicar la foto de los diputados de UxP y el FITU defendiendo a los manifestantes de la represión debe ser el objetivo político de los socialistas. De esa ruptura del status quo político actual surgirán nuevas fuerzas y se abrirán nuevos caminos.