En el capítulo 4 de su obra, Realismo Capitalista, Mark Fisher cita una sugerente idea de los filósofos David Harvey y Alain Badiou: El neoliberalismo no es algo novedoso ni la ideología del futuro, por el contrario, representa una restauración del poder y los privilegios de clase.
Fisher aclara que la idea de restauración tiene un peso particular en Francia, porque hace referencia al periodo en que vivieron los reyes desde 1815, después de la Revolución y de Napoleón. La obsesión del autor pasa por entender cómo el neoliberalismo de Margaret Thatcher resquebrajó la estructura fordista de la sociedad inglesa y desarmó al Estado del bienestar, quitando a los trabajadores múltiples derechos y conquistas a partir de aprovechar e interpretar impulsos y deseos presentes en la propia clase trabajadora contra la monotonía y opresión de la vida en el capitalismo pre neoliberal.
Mark Fisher, el realismo capitalista y el fin del mundo | Resistencia Online #6
El autor sostiene que el discurso neoliberal modernizador presentó un fuerte obstáculo a la izquierda, dejándola en la incómoda situación de defender un statu quo caduco. “No ha habido en la izquierda reflexión suficiente de las tácticas que podrían funcionar contra el capital en las condiciones propias del posfordismo”, escribe el autor.
Estas ideas son sumamente sugerentes para interpretar el fenómeno Milei. En primer lugar, podemos identificar su rol como el del representante de los capitalistas para restaurar las relaciones de clase previas al estallido de la rebelión popular del 2001 en Argentina, algo que Macri ya había intentado sin éxito. En segundo lugar, es innegable que el libertarianismo se apoya en un ideario que se presenta como “lo nuevo”, ubicando a la izquierda como parte del statu quo anterior.
Menemismo reciclado
Milei afirma que Menem es el mejor presidente de la historia argentina. Lo volvió a repetir este 14 de mayo, a 35 años del primer triunfo electoral presidencial del caudillo riojano, en ocasión de la inaguración de un busto en Casa Rosada.
La gestión Menem se caracterizó por llevar adelante un oneroso plan de privatizaciones que le sirvió para financiar un ancla cambiaria y dar cierta estabilidad económica, con la famosa “convertibilidad” y de esa manera mantener la inflación contenida, que era entonces un “trauma social”, tras la híper alfonsinista. Su Gobierno tuvo claros ganadores y perdedores. Mientras que la clase media podía irse a Miami y comprar electrodomésticos con estables cuotas de la tarjeta de crédito, la liberalización destruía la industria generó desempleo y multiplicó la pobreza. Claro que también hubo resistencia obrera y popular a sus políticas. Lo detalla bastante bien nuestro compañero Amilcar Carro en su artículo para Resistencia Online “¿Cómo la pasaron los trabajadores durante el Gobierno de Menem?”.
Amilcar dice algo interesante: que uno de los factores de la derrota de los trabajadores fue ideológico. El neoliberalismo de Menem se apoyaba en un “clima de época” tras el Concenso de Washington y el desarme del bloque soviético. En Argentina, habían convencido a la gente que era mejor volverse emprendedores, cuentapropistas, ponerse un videoclub o una cancha de paddle. Con el dinero de las indemnizaciones florecieron estos emprendimientos. Todavía se respiraba el polvo de la caída del muro de Berlín y la contracultura era, a lo sumo, nihilista a lo Kurt Cobian.
¿Cómo le fue a los trabajadores con el gobierno de Menem? – resistenciaonline.com
No sos un millonario atrapado en el cuerpo de un laburante
Es otra de las similitudes que hay con respecto a lo que está pasando con el gobierno de Milei. Pulula una suerte de ideología de época entre las nuevas generaciones, una “mentalidad de tiburón” que se reproduce por millones en reels y TikToks. Basta hacer scroll en cualquier aplicación para ver la cantidad de púberes que salen a explicarte cómo ganar mil dólares mensuales cambiando tus hábitos mentales, que “depende de vos” ser un magnate de las finanzas y las criptomonedas.
Claro que, en lugar de una generación de centennials futuros millonarios, lo que tenemos por delante serán grandes dosis de sufrimiento obrero y popular, encarnadas en programas de ajuste que dejarán a miles en la calle y empujarán a otros miles a la más ingrata pobreza, tal cual sucedió con el neoliberalismo noventista.
Millonario por dentro, mozo en una parrilla por fuera.
No hay que burlarse de esta gente, hay que ayudarla. El capitalismo los hizo mierda. pic.twitter.com/EgH5eiFkXa
— El Fundido (@el_fundido) May 15, 2024
La masiva difusión de esta ideología es, en parte parte, la justificación de por qué, a pesar de la creciente crisis social, del aumento del desempleo y la pobreza, todavía el Gobierno mantiene cierta confianza y un alto grado de imagen positiva.
Una ideología muy oportuna para los magnates como Elon Musk y los referentes de la nueva ultraderecha de todo el mundo. “Ya fue” lo de ser solidario y respetar a las minorías, esto se trata de ganadores y perdedores, hay que adaptarse al siglo XXI. El mundo es un lugar chico en el que no cabemos todos, mejor que reserves tu lugar en el Titanic.
Las dos caras de la misma moneda
En el Consejo Interamericano de Comercio y Producción (Cicyp) Milei brindó un encendido discurso ante empresarios en el que criticó a quienes lo acusan de “no tener plan económico”, y aseguró, en una exposición plagada de tecnicismos económicos e inflexiones de voz características del stand-up, que “el dólar no está atrasado”. Además, se jactó nuevamente de estar aplicando “el ajuste más grande de la historia de la humanidad”, (¿no será mucho?).
Alejandro Bercovich señaló, en su editorial de la semana pasada una paradoja sobre este evento. La mayoría de los empresarios que estuvieron presentes aplaudiendo el show están perdiendo plata producto de la recesión, como el presidente de la Cámara de la Construcción, Gustavo Weiss, representante de un sector que ya despidió 70 mil obreros y está perdiendo el 42% de su actividad anual.
El periodista hacía foco en que el apoyo de estos capitalistas no se fundamentaba en la economía presente, sino en la futura. Podríamos agregar que es un apoyo ideológico y un voto de confianza, porque la restauración de los privilegios de clase que pregona Milei les permitirá aumentar las tasas de explotación y ganar más en el mediano plazo. “No soy comunista, soy un liberal libertario y creo que ustedes son los creadores de riqueza”, dijo el Presidente.
Para bancar el plan Milei, estos capitalistas se muestran dispuestos a arriesgar sus ganancias actuales en función de restablecer un poderío a futuro. Deberán para ello infringir una derrota histórica a los trabajadores. Es por eso que el plan Milei está acompañado por protocolos contra la protesta, represión, persecuciones y campañas de estigmatización a todas las organizaciones que defienden los derechos de los de abajo.
Los obstáculos de la restauración
Sin embargo, el neoliberalismo menemista derivó en un estallido social que corrió el sentido común hacia la izquierda en nuestro país. “Piquete y cacerola, la lucha es una sola”, coreaban los ahorristas de clase media apoyando a los piqueteros que salían a protestar contra las políticas de hambre del Gobierno. La rebelión echó a de la Rúa y a cuatro presidentes más, y estableció una relación de fuerzas favorable a los reclamos, la movilización callejera y la organización desde abajo.
A 23 años del estallido, no solo en los movimientos sociales pervive el espíritu del pueblo en las calles. La fábrica de neumáticos FATE, por ejemplo, es una estructura laboral donde los vientos del 2001, años después, inspiraron un fuerte proceso de lucha obrera que derivó en un importante conflicto sindical en el 2008. Impulsada por la izquierda, resurgió la organización obrera interna y años después lograron arrebatar el sindicato de manos de la burocracia peronista.
“Quieren instalar que los movimientos sociales son organizaciones criminales”
Hoy, el gremio es nuevamente un foco de conflicto, porque con la excusa de la recesión y la liberalización de las importaciones la patronal despidió a 97 trabajadores, lo que desató una huelga y piquetes en los portones de la planta ubicada en la Zona Norte de la provincia de Buenos Aires. “Las medidas que hay que tomar no van a ser solamente paros. Si no se soluciona este conflicto, van ir incrementándose, llegando a situaciones muy graves”, advirtió Alejandro Crespo, secretario general del SUTNA.
Esta premonición podría trasladarse también a los movimientos sociales, que sufren ahora el ataque brutal de una campaña mediática, por parte del Gobierno y sus comunicadores afines, para instalar que son organizaciones criminales. Todo lo contrario: son la expresión organizada de un reclamo popular que brotó ante las políticas de hambre de Gobiernos como el de Milei, y hoy un obstáculo para el Plan Milei de normalización pre 2001. Una fuerza organizada con capacidad de movilización. Cuando el humo de las calumnias se disipe y la fuerza social de los trabajadores de la economía informal se pase a la oposición podríamos palpitar una monumental crisis de gobernabilidad.
“Más leninistas que los leninistas”
Mark Fisher finaliza el capítulo 4 de su obra diciendo que “los neoliberales fueron ‘más leninistas que los leninistas’, porque supieron crear y diseminar think tanks que formaron una vanguardia intelectual capaz de crear el clima ideológico en el que el realismo capitalista pudiera florecer”. Lo mismo se aplica a la nueva derecha, con sus redes internacionales y sus fundaciones, como la Fundación Libertad, que fue clave en la instalación de la nueva derecha argentina.
Previamente al acceso al poder, aprovecharon todas las nuevas herramientas digitales para instalar su programa reaccionario. Sus ideas conspiranoicas contra el “marxismo cultural”, la “ideología de género”, e incluso sus medidas concretas para cada país, como la destrucción del Banco Central o la dolarización, en el caso de Argentina. La pelea por sus ideas y programa se dio previamente a su ascenso al poder. Milton Friedman, uno de los economistas idolatrados por Milei, solía decir que la tarea de los economistas es preparar fórmulas e ideas teóricas, porque cuando las crisis se suceden, la sociedad se sirve de las ideas que están en boga.
Desde el campo de la izquierda, más allá de un difuso polo identitario alrededor de la defensa de las reivindicaciones obreras, juveniles y populares, carecemos de respuestas claras a los problemas acuciantes del presente. No contemos con un claro programa de transformación que indique cómo resolver de manera concreta los problemas macro y micro de la sociedad actual.
Es importante “debatir la apropiación de lo nuevo efectuada por el capitalismo, pero al mismo tiempo no confundir esta apropiación de lo nuevo con la mera adaptación de lo existente”, dice Mark Fisher.
Tenemos que apoyarnos, defender y hacernos fuertes en los bastiones conquistados: los movimientos sociales, las universidades, el movimiento sindical, el derecho a la protesta, los paros generales, etc. Pero para triunfar tenemos que dar además una batalla ideológica a través de un programa socialista del siglo XXI para la Argentina y los países donde la izquierda interviene. Mientras más recrudece la crisis económica y social, más acuciante es esta tarea. Sin un programa socialista para luchar por nuestra hegemonía es muy difícil que el socialismo pueda recuperar la bandera del futuro.