La victoria de Javier Milei en las elecciones primarias del pasado 13 de agosto fue un cimbronazo en la política argentina.
Finalmente, como ya había ocurrido en Brasil y Estados Unidos, un movimiento de ultraderecha con un fuerte apoyo electoral-popular llegó a nuestro país.
Todavía parece increíble decirlo. A 40 años del retorno de la democracia, la mayoría de la población, y en especial los más pobres, votaron por un pseudo-fascista… ¿Por qué? ¿Qué hicimos mal? ¿La gente se volvió de derecha?
A partir del shock que fue conocer los resultados del domingo, en las aulas, en los colectivos, en los lugares de trabajo y estudio, comenzó un proceso de ebullición del debate político. Algunos eufóricos y otros con preocupación, pero nadie quedó indiferente de que lo que ocurrió el domingo 13 puede significar un punto bisagra hacia el futuro.
La bronca de Javier Milei y sus exabruptos contra la “casta política” empalmó con el sentimiento de decepción arraigado en miles de habitantes, especialmente de los sectores más empobrecidos, producto de los fracasos de ambas alianzas mayoritarias.
Por si fuera poco, la última semana previa a las elecciones, con los asesinatos de Morena en un brutal asalto, Facundo Molares en una represión en el Obelisco y varios otros hechos de inseguridad, pareció vivirse un clima de desamparo del Estado que, seguramente, favoreció aún más que muchos terminen definiendo sus votos por Milei.
Pero va más allá de algo coyuntural, es todo el régimen político el que está en crisis. En un país que sufre una inflación galopante, que carga sobre los hombros del pueblo una deuda impagable, donde los hechos de inseguridad son moneda corriente y la precarización de la vida alcanza límites inaguantable, ninguna fuerza de las que gobernó parece mostrar una perspectiva para salir de esta situación.
Es el hundimiento del sistema de coaliciones que, mediante el nuevo régimen electoral de Primarias Abiertas (reforma del 2008), vino a reemplazar al bipartidismo que había entrado en crisis con el hundimiento de de la Rúa tras la rebelión popular del 2001. Porque no es casualidad que en los actos de Milei suene “se viene el estallido”, o se cante “que se vayan todos”. Como un gemelo malvado del 2001, los “libertarios” tergiversa las viejas consignas populares que se levantaron con quienes hoy son colaboradores y amigos de Milei. Los políticos liberales y banqueros que sostuvieron la convertibilidad, privatizaron a mansalva y hambrearon al pueblo hasta que no se aguantó más. Esta vez, dotándolas de un carácter reaccionario.
Su crecimiento representa un peligro inmenso, porque detrás de sus gestos grandilocuentes populistas, se esconde un ataque a todos los derechos políticos y sociales de los trabajadores y sectores populares. Un peligro inmenso para el movimiento de masas obrero y popular, y para todos los colectivos de lucha reivindicativos como las diversidades sexuales, el movimiento de mujeres, los pueblos originarios, los trabajadores precarizados, etc.
Los números
Veamos primero algunos números. Con el 30% de los votos, Milei y su partido de ultraderecha La Libertad Avanza logró imponerse en primer lugar, seguido por Juntos por el Cambio (28%), en cuya interna se impuso Patricia Bullrich con el 17%, mientras que Unión por la Patria quedó tercero (27%), ubicando a Massa en un 21% y a Grabois con algo más del 5%. La peor elección de la historia del peronismo.
La izquierda hizo una elección moderada. Imponiéndose Myriam Bregman a nivel nacional, el FIT-U obtuvo en total el 2,6, (había obtenido el 2,8% en las PASO presidenciales del 2019), y sumando todas las fuerzas un 3,5%.
El porcentaje de abstención también fue altísimo (31%), algo que ya había sucedido en 2021, pero esta vez sin pandemia.
Si sumamos los valores de Bullrich y Mieli, encontramos que un 47% del electorado votó opciones que proponen reaccionarios y profundos cambios estructurales en la Argentina.
Si miramos cómo se compone el 30% de Milei, vemos que su votación fue realmente alta en las provincias pobres del norte. Sacó un 49% en Salta, un 39% en Jujuy y un 35% en Tucumán, las provincias más pobres del país.
Estos guarismos dejan a Milei como el candidato con más posibilidades de imponerse como el próximo presidente.
Está claro que es la lucha de clases y no una elección lo que termina determinando la posibilidad de derrotar las relaciones de fuerza y conquistas históricas, sin embargo, en esta elección más que en cualquier otra se expresan signos de agotamiento de un statu-quo, lo que puede abrir paso a lo inesperado.
¿Cómo queda el panorama?
Claramente, un elemento central es la bronca creciente con la clase política en su conjunto ante la falta de soluciones para los problemas de millones. Pero no sólo está la bronca, ante el fracaso del peronismo y el macrismo en el poder, ese descontento se identificó con su campaña y consignas.
Ante las profundas decepciones y traiciones a uno y otro lado de la grieta, Milei logró instalar que el problema central del país es la “casta política”, que vive a costa del pueblo mientras Argentina se hunde en la miseria. Contra la casta promete que será el ajuste para que Argentina “vuelva a ser potencia mundial”.
Además, afirma que va a dolarizar la economía y difunde videos donde, con gestos grandilocuentes, amenaza con cerrar ministerios a mansalva, privatizar la educación y la salud pública.
Si bien en sondeos y charlas surge que muchos de sus votantes no quieren que se privatice la educación o que se eche a mansalva empleados estatales. Lo que motoriza a confiar en un sujeto tán particular es el hartazgo total con la situación de mediocridad en la que nos han hundido los gobiernos capitalistas. Un hartazgo que genera adhesión hacia una propuesta peligrosísima.
El menemismo, que causó impresionantes daños en la infraestructura del país, cerró los ferrocarriles y privatizó múltiples empresas, también se basó en un ambiente social en el que crecía la idea de que todo lo estatal funcionaba mal, era deficitario y representaba un gasto sobre los hombros de la sociedad, y vino tras la hiperinflación que obligó al Alfonsín a irse antes de tiempo. Para aplicar sus planes, tuvo que derrotar al movimiento obrero.
Si Milei quisiera hacer lo mismo, requeriría de un aparato orgánico que le permita reprimir la resistencia que surja contra sus planes de reformas reaccionarias. Las palancas del Gobierno y una alianza con sectores de la política y la burguesía, (como el acercamiento de Macri que ya está ocurriendo, o una adhesión de sectores de las fuerzas armadas o los servicios que responden a Bullrich), podrían dotarlo de esa orgánica reaccionaria para intentar avanzar contra los derechos de las mayorías populares.
Pero volviendo a la relación de fuerzas electoral-superestructural, mientras Patricia Bullrich sufre por haber quedado en el centro y perder votos por ambos extremos, Massa y el peronismo buscan ampliar su alianza sumando a sectores de centro derecha del radicalismo y el peronismo.
Contradictoriamente, esto fortalece el relato de Milei contra la casta, al igual que la devaluación, el ajuste, y las declaraciones reaccionarias del ministro de Economía contra las huelgas y los docentes. Todo apunta a seguir sumando adhesión a la ultraderecha, desprestigiando al Gobierno y fortaleciendo aún más la posibilidad de que Javier Milei llegue a la presidencia.
En este cuadro de situación, ciertos sectores capitalistas empiezan a hacerse a la idea de que Milei podría ser una alternativa “viable”. Hasta el propio FMI se ha reunido con sus economistas bajo esta perspectiva. Un alineamiento que expresa una declaración de guerra contra los de abajo.
Pero además, la inestabilidad económica y social es tremenda. Saqueos en los barrios, corrida cambiaria, y devaluación. Al mismo tiempo, ante el vacío de poder generado por el corrimiento de Fernández y Cristina de la escena, Massa opera a la vez como principal garante de la contención de la situación económica y candidato peronista de la continuidad, lo que lo coloca en el ojo de la tormenta.
No se descarta que un nuevo cimbronazo, ya sea proveniente del desborde social, la lucha reivindicativa de los trabajadores o bien por sectores capitalistas que busquen intencionadamente debilitarlo, o, ¿por qué no? ambiciosamente buscando preservar su riqueza individual, generar una corrida que profundice la crisis cambiaria y lo debilite definitivamente, sacándolo del juego.
Milei ha dicho públicamente que estaría dispuesto a “asumir de inmediato” si la situación lo requiere, en cuyo caso se abriría un escenario de crisis institucional total, con peligro de zarpazos reaccionarios, que habría que enfrentar en las calles con una rebelión como la de Jujuy y la huelga general.
Sólo la izquierda independiente del gobierno está dispuesta a enfrentar a la derecha mientras, al mismo tiempo, defiende los derechos de los de abajo y la lucha reivindicativa.
A pesar de haber obtenido una votación moderada, la presencia orgánica y militante en los lugares de trabajo, estudio y el movimiento piquetero, la convierten en una fuerza social capaz de incidir en la crisis. Además, fue la única corriente que apoyó incondicionalmente las movilizaciones en Jujuy contra la reforma constitucional reaccionaria de Morales y que enfrentó cada atropello contra los derechos de la clase trabajadora y el pueblo.
El camino de la lucha en las calles es la clave para enfrentar la derechización del régimen, saliendo para defender cada uno de los derechos que nos quieran sacar. Pero es clave también que tengamos una política justa, partiendo de una crítica a lo actuado para revisar nuestra orientación de cara a los desafíos que se vienen.
¿Por qué esta “rebeldía” de derecha y no de izquierda?
Una de las preguntas que surgen a todo esto es por qué, después de tantos años de militancia y presencia política del trotskismo, sin embargo la bronca se canalizó por derecha y no por izquierda.
Hay factores objetivos y subjetivos para explicar esto. El primer elemento a tener en cuenta es que estas nuevas fuerzas reaccionarias surgen en respuesta a los fracasos y decepciones del progresismo, que, a grandes rasgos, es visto como “de izquierda”, por lo que es natural que, en una primera instancia, la opinión pública rebote hacia la derecha. El mismo Milei acusa de “socialista” a todo lo que no sea ultra neoliberal.
En segundo lugar, años de presencia electoral y parlamentaria, sin lugar a dudas, han hecho que la izquierda sea vista también como parte de los políticos del sistema y el régimen. El régimen ha intentado también (y en ocasiones ha podido) domesticar e imponer los buenos modales en nuestros referentes.
Pero a pesar de estos hechos objetivos que van más allá de nuestra posibilidad de acción, sinceramente, creemos que las campañas de la izquierda no han ayudado a revertir esta situación. No nos anticipamos a lo que ocurrió y nos encerramos, quizás demasiado, en nuestras disputas internas, en lugar de unirnos bajo una política común.
El Nuevo MAS y el PTS, por ejemplo, nos decían que exagerábamos y nos impresionábamos, cuando advertíamos del peligroso crecimiento de la ultraderecha, y que “el peligro mayor era que los trabajadores caigan en la trampa del mal menor”.
Es cierto que la votación de la ultraderecha fue un hecho inédito. Que una fuerza sin estructura nacional tenga esos guarismos es algo que nunca había pasado en nuestro país y, por ello, era difícil de prever. Pero una vez conocidos los resultados de las PASO, creemos que, sin desmentir que el ajustes del Gobierno fue generando las condiciones de crecimiento de la ultraderecha. Javier Milei representa hoy un peligro de primer órden para los trabajadores, los sectores populares, las libertades democráticas y los derechos de las mujeres.
Las campañas de la izquierda
Llendo concretamente a la última campaña, creemos que fue un error no haber conformado una lista unitaria de la izquierda para, en lugar de gastar energía en una pelea interna por ver “quién es más de izquierda”, el conjunto de nuestras fuerzas pudieran orientarse a capitalizar el descontento contra los políticos capitalistas, denunciar el ajuste y enfrentar a la nueva ultraderecha.
El PTS fue el principal responsable de esta división en el FITU al lanzar las candidaturas dos años antes de la elección, reduciendo la discusión a un problema de cargos y obligando al resto a someterse o presentar una interna, cosa que efectivamente terminó pasando.
Por el lado del Nuevo MAS, su política anti-FIT y su pretensión de tener un lugar por encima de la verdadera proporción impidió cualquier discusión seria de incorporación (pedían que encabezara su candidata por sobre todas las otras fuerzas o que vaya de vicepresidenta).
Además, tanto el PTS como el NMAS, hicieron campañas centradas en reivindicaciones puntuales correctas, pero insuficientes. No mencionaron al gobierno en sus spots electorales. Esto, en un cuadro de creciente bronca con el ajuste y sus responsables es un error garrafal.
El Nuevo MAS llegó a dedicar todo un programa entero de televisión en un canal que militaba la candidatura de Massa a defenestrar al Frente de Izquierda con críticas infantiles, incluso llegando a decir que “hacían negocios con las PASO”. Algo que, en medio de un escándalo por venta de candidaturas en las listas de Milei y descontento con “la casta política”, representa un ataque infundado y sin principios.
Pero esta corriente protagonizó un hecho aún más grave. Cuando el jueves previo a las PASO la policía de la Ciudad asesinó al militante de izquierda Facundo Molares en una actividad que llamaba a no asistir a votar, decidieron, por un cálculo electoral, que su principal figura no se haga presente en el Obelisco ese día, aún cuando estaba a unas pocas cuadras haciendo su cierre de campaña.
Aunque participaron de la movilización al otro día, mediante las redes sociales tergiversaron la actividad en la que fue asesinado Facundo para no decir que era un llamado al voto en blanco. En su lugar, dijeron simplemente que era “una marcha en apoyo a Jujuy”. Una adaptación electoralista que expresa un paso más en la degeneración de este partido, que nos expulsó por plantear la necesidad de la unidad de la izquierda y críticas a su régimen interno.
Por parte de la lista del PO y el MST, si bien partieron de una correcta denuncia al ajuste, con spots contra los políticos del sistema y el Gobierno como responsables de la crisis, intentando canalizar la bronca latente en la sociedad, gastaron demasiado energía en la interna, tratando injustamente a la otra lista de “izquierda light” y llegando a decirles “racistas” (en respuesta a un tuit verdaderamente desagradable de un dirigente del PTS que insinuaba que los piqueteros del Polo Obrero no se organizan de manera consciente), algo bastante fuera de lugar e injustificado, a pesar de lo provocador del tuit. ¿No hubiera sido mejor dedicar todo ese espacio a seguir cultivando la conciencia socialista y advertir contra el ajuste y la derecha?
Por nuestra parte, estamos orgullosos de haber integrado las listas del FITU. Lo hicimos junto al MST y al PO a pesar de las diferencias que tenemos con ambas organizaciones porque adherimos a su propuesta de que existan espacios de discusión democrática en el frente y que se pueda superar su límite como unidad solamente electoral, aunque hubiéramos preferido que hubiera una lista unitaria.
Resistencia Socialista
Con respecto a nuestro balance de actividad, estamos orgullosos de haber participado de la campaña con nuestros propios ejes y materiales. Hicimos una campaña unitaria (junto a los compañeros de Opinión Socialista) al servicio de criticar la deuda fraudulenta con el FMI, el ajuste del Gobierno, y la avanzada contra la protesta y los derechos de los trabajadores de todas las fuerzas capitalistas.
Impulsamos la creación de la lista del Frente de Izquierda en el distrito bonaerense de Mar Chiquita, junto a docentes y activistas ambientales, y abrimos un trabajo político fundacional en la zona. Además, pudimos avanzar en nuestra presencia militante en estructuras estudiantiles y lugares de trabajo. Pasos pequeños pero inmensamente importantes para nuestro nuevo grupo en formación.
La lista que integramos en Capital Federal se impuso, por lo que tendremos candidaturas de cara a Octubre, y podremos continuar haciendo campaña, colaborando con que el Frente de Izquierda haga la mejor elección posible, representando una alternativa socialista y de los trabajadores para enfrentar a la ultraderecha y el ajuste del Gobierno y el FMI.
Ahora, organizar la resistencia
Miles de activistas, trabajadores y jóvenes, conscientes del peligro que representa la ultraderecha, sienten la necesidad de hacer algo, rebatir con argumentos las propuestas de la ultraderecha, advertir sobre el peligro que representa, organizarse para defender los derechos que nos quieren quitar.
En el Conicet, en los colegios, en las universidades y lugares de trabajo, en los ámbitos culturales, surgen asambleas y espacios de coordinación. Nuestra tarea inmediata es sumarnos a esos ámbitos para impulsar junto a ese activismo la pelea contra esta nueva y peligrosa amenaza que se cierne arrogante y triunfadora sobre nuestras cabezas.
Esos espacios de organización representan las reservas de fuerza y activismo entre la vanguardia de lucha, y serán el germen de la resistencia para derrotar a la derecha y a los gobiernos ajustadores y hambreadores de todo tipo y color.
Pero además, hay que luchar contra cada medida de ajuste del Gobierno, que sigue a rajatabla los mandatos del FMI, empobreciendo aún más a los trabajadores y fortaleciendo con esta acción a la ultraderecha de Milei. Hay que participar de las asambleas sindicales, exigir aumentos salariales dignos y que las centrales llamen a huelgas y medidas de lucha para recuperar el poder adquisitivo que la inflación nos ha ido comiendo.
La pelea contra el ajuste y la ultraderecha es la misma lucha en defensa de los derechos de los de abajo, por una alternativa de los trabajadores y el pueblo.
¡Sumate a la resistencia para dar juntos esta pelea!