Cristina tiene razón. La historia de la Argentina y el FMI es “circular”. Endeudamiento, sometimiento, ajuste, miseria y más condicionamientos, Pero de eso no se desprende que haya que votar a Massa, un representante de la embajada estadounidense, como insinuó
Para romper el ciclo de endeudamiento, sometimiento y miseria que nos propone el Fondo, hay que patear el tablero, romper el círculo. Los trabajadores necesitamos nuestro propio partido. Cristina ya dio a entender que quienes tienen el bastón de mariscal son el FMI, los mercados y los empresarios.
Había muchas expectativas con la charla. Pero en su extenso discurso titulado “La Argentina circular, El FMI y su histórica receta de inflación y recesión”, sólo se hizo un diagnóstico de la lamentable situación que vivimos los trabajadores y no brindó salida alguna, más allá de una tenue insinuación de votar a un “representante de la embajada estadounidense”, como el propio kirchnerismo llama al ministro Sergio Massa.
Mario Secco, intendente de Ensenada:“La única garantía de que esto cambie es Cristina, no hay plan B”. Juan Grabois, dirigente del MTE: “Cristina, no me vas a hacer votar a un vendepatria, sinvergüenza y cagador”. Daniel Catalano, líder de la Asociación Trabajadores del Estado (ATE) Capital: “Necesitamos que Cristina asuma el rol institucional más alto de la política, que es el de la presidencia, la veo muy difícil si no se presenta”.
Citamos algunas declaraciones de dirigentes peronistas, que se hacen eco en cientos de miles de militantes. Sin embargo, a esta altura, ¿pueden explicarse por qué Cristina no los escuchó?
¿Cómo surgió el kirchnerismo?
Para contestar esta pregunta hay que hacer un genealogía del kirchnerismo como fenómeno político. Haciendo una síntesis, podríamos decir que el kirchnerismo es la resultante de dos grandes elementos confluyeron a principios del siglo XXI en nuestro país: la rebelión popular del 2001 y el boom de los precios de las commodities
Por un lado, desde mediados de los 90, con el Santiagueñazo, el Tartagalazo, el movimiento piquetero en Cutral Co y las diferentes rebeliones provinciales que terminaron con el Argentinazo el 19 y 20 de diciembre del 2001, cambiaron la correlación de fuerzas en el país.
Los argentinos demostramos que no queríamos más neoliberalismo y que no toleraríamos más ajustes ni sacrificios para que se beneficiaran los empresarios, las multinacionales y el FMI.
Así lo probó Duhalde cuándo hizo la devaluación y tuvo que adelantar las elecciones luego de que enviara a reprimir la jornada piquetera y la Bonaerense haya asesinado a Maxímiliano Kosteki y Dario Santillán.
En ese contexto, con el ajuste ya hecho y los salarios pulverizados, Néstor Kirchner leyó correctamente la situación: no podía venir otro gobierno de ajuste y represión. Tenía que mediar con las masas, zanahoria más que garrote y billetera más que recorte.
Por otro lado, el despegue económico de China, generaba un aumento en el consumo de las masas en el gigante asiático y eso disparó el precio mundial de las materias primas. El ingreso de divisas a los países productores, hizo que se llenaran de reservas el Banco Central. De esta manera, las masas conquistaron una parte del reparto de la riqueza en la calle, y el kirchnerismo contaba con el dinero para hacerlo sin afectar las ganancias empresarias.
Anatomía del Modelo K
El modelo k consistió en poner un colchón de dólares entre las clases en pugna. A los trabajadores y sectores populares nos cedió la Asignación Universal por Hijo, el Progresar, la Jubilación de las Amas de Casa, la construcción de universidades públicas en el interior y el Conurbano, entre otros derechos. A los empresarios los llenó de subsidios millonarios y el campo vivió años de impresionante bonanza.
El objetivo fue reistitucionalizar el país y hacer de este “un país en serio”, como decía el entonces eslogan oficialista. Es decir, sacar a la gente de la calle y ponerla a votar. Que vuelva a confiar en el sistema político, terminar con los tiempos de rebelión popular.
Pero todo lo que sube, tiene que bajar. China empezó a desacelerarse, vino la crisis del 2008 y los de arriba demostraron que no estaban dispuestos a ceder en nada sus ganancias y privilegios. Primero vino el conflicto con el campo, luego la fallida Ley de Medios y el kirchnerismo luego del 2011 empezó a girar a la derecha.
Este proceso llegó a su pico en el 2014: el entonces ministro de Economía, Axel Kicillof metió otro guadañazo a los salarios con una devaluación del 25%, vinieron los despidos contra los activistas del sindicalismo combativo y los techos a las paritarias. La izquierda crecía al compás de que el kirchnerismo perdía base social, pero aún más crecía la derecha que venía impulsada por aires internacionales y un fuerte alineamiento con los Estados Unidos.
El ajuste kirchnerista fue el sustrato material de su derrota en el 20015 a manos de Macri. Una vez que el objetivo de sacar a la gente de la calle fue cumplido, el establishment empezó su operativo para sacárselos de encima y empezaron las causas judiciales, que utilizaron hechos de corrupción que todo gobierno capitalista tiene, para empezar una intensa persecución política.
Cuando Cristina dice que los de arriba “no la perdonan”, es cierto. Evidentemente, los empresarios, la Sociedad Rural y la Embajada estadounidense, entiende que las concesiones kirchneristas se fueron de las manos y legitiman la lucha del pueblo trabajador. Algo inadmisible si se quiere transformar a este país en territorio de sacrificio para la explotación y saqueo de sus recursos naturales, al tiempo que se busca salarios de esclavitud y reforma laboral.
Cristina Kirchner representa las ilusiones de millones de personas de los sectores populares que persiguen una vida mejor para ellos y sus familias. Si decidiera postularse y ganase la elección, debería ir contra los intereses capitalistas para hacer de estas ilusiones una realidad o destruir las aspiraciones de los de abajo y con ella todo su capital político y el de su corriente.
Necesitamos un Partido de los Trabajadores
Ya no existe el colchón de dólares para evitar el choque de las clases, es tiempo de ponerse de un lado o del otro. No es tiempo de llorar porque Cristina no es lo que se espera que sea o no hace lo que el pueblo trabajador o la militancia pide. Es tiempo de sacar conclusiones, hacer otro Argentinazo pero esta vez, no pedir “que se vayan todos”, pedir que nos quedemos los trabajadores.
Para esto, todos los que vivimos de nuestro trabajo, la inmensa mayoría de nuestro país, tenemos que tener nuestro propio partido. Ese es el debate que queremos empezar este primero de mayo, Día Internacional de Los Trabajadores.
No podemos esperar que la salvación venga de un dirigente en particular, la salvación tiene que venir de nuestra fuerza como clase. Pero, primero y antes que nada, los cientos de miles de militantes obreros y populares de esta país, tenemos que empezar a discutir una salida.