La República Popular China es hoy uno de los paises más poderosos del mundo y amenaza con desplazar en el corto plazo a occidente como el centro de la economía mundial. Estudiar formación de la China moderna nos ayudará a entender al gigante asiático y su lugar en el mundo.
La apertura a occidente y el declive de la China imperial
Hasta el siglo XVIII, la sociedad china había sido rica y floreciente, gozaba de un nivel de vida similar al de Europa occidental. Sin embargo, en el siglo XIX atravesó una serie de transformaciones profundas que la llevaron a ser una sociedad muy diferente.
China contaba históricamente con un mercado interno próspero y dinámico garantizado por un férreo proteccionismo. Sólo el puerto de Cantón podía estaba autorizado a realizar operaciones comerciales con el exterior. Esto cambió a partir de las Guerras del Opio (1839-1842 y 1856-1860).
En estas guerras, Gran Bretaña, a la que se le sumaría Francia en la segunda, utilizaron el tráfico de opio como excusa para imponer a China acuerdos comerciales en los que debía abrir su mercado a la compra de productos occidentales. Se formaron así los llamados “puertos de tratados”. Ciudades que, como Shangai, servían de puerta de entrada del capitalismo occidental a la sociedad china.
A diferencia de Japón, que supo utilizar la apertura a occidente como una oportunidad para modernizarse e industrializarse, para China significó la destrucción de su economía, la fragmentación de su territorio y el debilitamiento de su autoridad imperial. Junto con las mercancías, la apertura implicó también el ingreso de ideas occidentales, tanto políticas como religiosas, que para los sectores más tradicionalistas amenazaban con destruir su milenaria cultura.
Ciclo de rebeliones y la llegada de nuevas ideas
Una serie de sangrientas rebeliones fueron poco a poco desgastando la autoridad de la dinastía Qing. Las más importantes fueron la Rebelión Taiping (1850-1864) y la Rebelión de los Bóxers (1889-1900). La Rebelión Taiping había sido encabezada por el líder cristiano Hong Xiuquan, quien se consideraba hijo de Dios, hermano de Jesús, y llegó a proclamarse “Rey Celestial de un Reino Celestial de la Gran Paz”. La Rebelión Bóxer, por el contrario, fue llevada a cabo por un grupo de nacionalistas tradicionalistas que acusaban al cristianismo de ser el principal causante de los problemas sociales en China y buscaban expulsar toda influencia occidental.
Grandes sectores de la sociedad China recibían cada vez más la influencia de la cultura occidental. Esto era visto con cada vez mayor preocupación por los más conservadores, siendo esto motivo de fuertes disputas entre ambas posturas. Pero lo cierto era que el confucianismo tradicional empezaba a ser dejado cada vez más de lado y los chinos se encontraban en búsqueda de nuevas filosofías que explicaran su nueva realidad social.
Paradójicamente, uno de los conceptos occidentales que caló hondo en las sociedades asiáticas fue la idea de Nación, la cual fue utilizada en oposición a la propia influencia occidental. En el caso de China, el nacionalismo implicó un creciente rechazo a la dinastía Qing, la cual no sólo no estaba pudiendo garantizar el orden interno ni defendiendo los intereses del Estado, y además eran de etnia manchú, por lo que eran vistos por los chinos como extranjeros.
El principal teórico y líder nacionalista fue también uno de los más occidentales en cuanto a su formación e ideales, Sun Yat-sen. De origen campesino, Sun había ido a vivir de muy joven a Hawai, donde entró se convirtió al cristianismo, aprendió inglés y acabó estudiando medicina. Si bien pasó gran parte de su vida fuera de China, su proyecto consistió en hacer de ese país un Estado-nación moderno, con una república democrática inspirada en EEUU.
El nacimiento de la República China
Un primer intento de levantamiento republicano se produjo en China en 1895, tras la derrota de aquel país en la primera guerra sino-japonesa. Los revolucionarios chinos, dirigidos por Sun desde el extranjero, adoptaron tácticas de corte terrorista como atentados con bombas y asesinatos.
No fue hasta octubre de 1911 cuando la detención de un pequeño grupo de revolucionarios provocó un enorme motín que desencadenó en el estallido revolucionario que pondría fin a la dinastía Qing y proclamaría, el 12 de febrero de 1912, la República China. Sun viajó desde EEUU para asumir como presidente provisional, pero su gobierno sólo duró 45 días, tras los cuales le dejó el poder a Yuan Shikai.
La nueva República no podo mantener el orden interno del país y el territorio chino se fragmentó en varias partes de los cuales el gobierno republicano sólo controlaba una limintada área, el resto quedaban bajo el diminio de caudllos militares o de organizaciones criminales.
El cambio de régimen político significó también una radicalización de la occidentalización cultural. Sun insistió en la adopción del calendario occidental y la mayor parte de los hombres chinos se cortaron las tradicionales trenzas para pasar a usar cortes de pelo estilo europeo. La idea de progreso no había tenido lugar en el pensamiento chino hasta entonces, ahora en nombre de este se comenzaron a dejar de lado las “malas costumbres” de la vieja China, y el confucianismo pasó a ser visto como un obstáculo para la modernización de la sociedad.
China participó en la Primera Guerra Mundial en el bando de los aliados. Sin embargo, la recompensa recibida no fue equitativa respecto a otros países vencedores. Esto provocó el descontento de los nacionalistas, particularmente de un grupo de estudiantes que se manifestaron y crearon, en 1919, el llamado Movimiento 4 de Mayo, con el lema “ciencia y democracia”. Semejante auge del nacionalismo republicano llevó a que, en octubre del mismo, año Sun creara el Kuomintang (Partido Nacionalista Chino).
Surgimiento del Partido Comunista Chino
Otro partido que emergió del Movimiento 4 de Mayo fue el Partido Comunista Chino, fundado en 1921. La gran mayoría de sus miembros fundadores, incluyendo a su líder, Chen Duxiu, habían viajado en su juventud a Francia, donde se adentraron en las ideas marxistas.
Varios historiadores coinciden en que el comunismo era, para la sociedad china, un concepto moderno, occidental y cientificista, sin comparación alguna con algún otro fenómeno en la historia de China. De hecho, Marx era prácticamente desconocido para la mayoría de los chinos, incluso para los intelectuales. Sólo el Manifiesto comunista había sido traducido al chino, por lo que el resto de sus obras debían leerse en alemán o inglés.
Lo cierto es que el marxismo ofrecía una fuerte crítica al imperialismo y una explicación científica al momento histórico que estaba atravesando China. Mientras que el modelo de organización leninista, por su parte, proporcionaba a los revolucionarios un programa de acción mucho más disciplinado, y operativamente más eficiente que el del liberalismo o el anarquismo.
La ayuda soviética
Ni el Kuomintang ni el PCCH estaban en condiciones de reorganizar un Estado tan vasto sin ayuda externa. El fracaso de la república de 1912 había sumido a China en la fragmentación y el caudillismo, por ende, tanto nacionalistas como comunistas aspiraban a la centralización política y a la unidad nacional. Sun Yan-sen había sacado para entonces la conclusión de que el pueblo chino era “como arena suelta” y que “necesitaba disciplina más que libertad”.
La única opción en la que Sun podía encontrar ayuda internacional era la Unión Soviética. De origen liberal, el creador del Kuomintang no estaba dispuesto a adoptar el comunismo, pero el pragmatismo político y la prioridad de poner orden en China lo llevaron a tejer una alianza con el naciente Estado revolucionario de Rusia.
Al año siguiente de su fundación el PCC,H había ingresado en la Tercera Internacional, siendo Li Lisan como el representante de esta ante el partido. Así, siguiendo las indicaciones de Moscú, en 1923 los comunistas chinos pasaron a integrar el Kuomintang como ala izquierda. Con ayuda de los soviéticos, el Kuomintang comenzó a formar su propio ejército para reunificar China, enviando a muchos de los oficiales a Ruasia para recibir capacitación militar del Ejército Rojo, entre ellos a un joven Chiang Kai-shek.
El fin de la alianza de nacionalistas y comunistas
Sun Yat-sen falleció en 1925. Tras su muerte, Wang Jingwei lo sucedió brevemente, pero luego se vió forzado a dejar el poder a Chang Kai-shek, el cual renegaba de la alianza que su predecesor había entablado con los comunistas. En 1927, apoyándose en la popularidad que sus éxitos militares le habían dado en la Expedición del Norte, atacó a los comunistas y a los sindicatos.
Los comunistas fueron derrotados fácilmente, porque su reacción al respecto fue lenta, ya que debían aguardar órdenes de Moscú, donde la situación generaba profundas divisiones: Trotsky abogaba por la separación definitiva del PCCH y de Kuomintang, mientras que Stalin aún confiaba en el liderazgo de Chang Kai-Shek.
La destrucción del PCCH original y el escenco de Mao Zedong
Mao Zedong había nacido en 1893 en una aldea de Shaoshan. Comenzó a militar en el PCCH desde su fundación, pero ocupando un papel secundario. Si bien recibió una educación occidental, como la mayor parte de los jóvenes de su generación, no viajó al extranjero hasta luego de alcanzar el poder.
Su proyecto político dictaba enormemente de la visión oficial del marxismo establecida por la III Internacional. Mientras que, para la estrategia adoptada por los soviéticos, y replicada por el resto de los partidos comunistas incluyendo el chino, el sujeto histórico que debía impulsar la revolución era la clase obrera industrial y urbana. Sin embargo, para Mao el proletariado chino no era demasiado numeroso, por lo que proponía apoyar la revolución en los campesinos.
Su visión heterodoxa del marxismo le valió a Mao las críticas y el rechazo de la dirección del PCCH. No obstante, a partir de 1927 Mao instaló en el monte Jinggang, en la provincia de Jiangxi, una colonia agrícola con 2000 seguidores. Allí pudo experimentar su modelo de revolución agraria y desarrolló avanzadas técnicas de lucha de guerrillas.
Si Mao tuvo la libertad de poder desarrollar su “soviet de Jiangxi” fue porque ese mismo año Chiang Kai-shek había iniciado una fuerte persecución contra los comunistas tras su ruptura con los mismos. Irónicamente fue este exterminio hacia los principales líderes comunistas lo que le permitió ascender a Mao hacia la cima del PCCH viéndose libre de sus críticos.
En 1934 se inició la llamada Larga Marcha, que constituyó un intento de los comunistas de huir de la persecución del Kuomintang. Originalmente viajaban sin rumbo fijo, pero para 1935 acabaron por instalarse en la provincia de Shaanxi, al noreste del país. Sólo entre 7000 u 8000 personas sobrevivieron a la larga caminata de 12500 kilómetros. Tras esta epopeya en 1935 Mao logró hacerse con el control del partido e imponer su táctica de revolución campesina como la oficial.
Si los campesinos decidieron apoyar al PCCH a partir de entonces no fue por simpatía hacia el marxismo, del cual no conocían casi nada, sino porque veían en este una mejor defensa de la nación que la que ofrecían los nacionalistas.
La Segunda Guerra Mundial y el desenlace de la guerra civil
En 1937 el imperio japonés invade China, entrando así esta, en la Segunda Guerra sino-japonesa (dentro de la Segunda Guerra Mundial) que duraría hasta 1945. Japón ocupó grandes extensiones de territorio chino y construyó un Estado títere en Manchuria (Manchukuo) en el noreste. Con este hecho la guerra civil entre nacionalistas y comunistas se interrumpió y ambos bandos pasaron a unir fuerzas contra la invasión.
Al ser derrotado Japón por EEUU la alianza de coministas y nacionalistas volvió a romperse y se reanudó la guerra civil. En los primeros meses después de la guerra, el embajador de EEUU se ofreció como mediador entre Chiang Kai-shek y Mao, pero las negociaciones fracasaron. Manchuria, que había sido liberada de los japoneses por los soviéticos, pasó a ser una gran plataforma de lanzamiento de los comunistas chinos para nuevas ofensivas. Se reanudaba la guerra civil.
Finalmente, gracias al apoyo armamentístico soviético, pero también al apoyo popular campesino Mao logró vencer a los nacionalistas, forzándolos a exiliarse en Taiwán, y proclamó el 1 de octubre de 1949 la República Popular China.
La República Popular China
Si bien la base social en la que se apoyaba el Partido eran los campesinos, muchos de los dirigentes de este los veían aún como una clase atrasada. Para sacar a China de su estado “semifeudal” y “semicolonial” el PCCH se proponía expulsar a los imperialistas extranjeros y alentar a los campesinos a rebelarse contra los terratenientes.
En 1956 se lanzó la Campaña de las cien flores en la cual se alentaba a la libre expresión y la crítica. Con esto se apuntaba a que florezcan nuevas escuelas de pensamiento tanto en el arte como en la ciencia. Al respecto de la libertad de crítica en lo político Mao llegó a afirmar que el Partido Comunista no teme a la crítica porque nosotros somos marxistas, la verdad está de nuestro lado y las masas básicas, los obreros y campesinos, están con nosotros.
Si bien Mao a lo largo de sus obras parecía dar gran importancia a la necesidad de la autocrítica para una correcta práctica política, el peligro de perder el poder o que este se debilite llevó a que la Campaña de las cien flores sea rápidamente cancelada en 1957. La necesidad de mantener el orden en la República Popular no podía permitirse el libre pensamiento.
El fracaso del Gran salto adelante
Luego de la colectivización de los campos, se inició en 1953 un plan quinquenal al estilo soviético. Pero el líder revolucionario parecía impaciente por acelerar la transición al socialismo mediante el salto de etapas productivas. Así es como en 1958 dio comienzo el Gran Salto Adelante. Este plan económico que se extendió hasta 1962 buscaba realizar una rápida industrialización del país mediante el “entusiasmo popular espontáneo”. La industrialización dejada en manos de campesinos sin experiencia y de funcionarios poco eficientes resultó en un rotundo fracaso.
Al imponer a los trabajadores tareas para las que no estaban preparados pretendiendo forzar cierto desarrollo Mao estaba contradiciendo sus propias ideas de tiempos anteriores, ya que en 1944 había escrito:
Para mantenernos vinculados con las masas, debemos actuar de acuerdo con sus necesidades y deseos. En todo trabajo que se realice para las masas, se requiere partir de sus necesidades y no del buen deseo de un individuo. Sucede con frecuencia que objetivamente las masas necesitan un cambio determinado, pero que subjetivamente no tienen todavía conciencia de esa necesidad y no están dispuestas o decididas a realizarlo. En tales circunstancias, debemos esperar con paciencia. No debemos realizar el cambio hasta que, por efecto de nuestro trabajo, la mayor parte de las masas haya adquirido conciencia de la necesidad de ese cambio y tenga el deseo y la decisión de hacerlo.
El Gran Salto Adelante terminó siendo para la sociedad china una catástrofe tanto económica como ambiental en la que, si bien no existen cifras exactas, se estima que pueden haber fallecido cerca de 28.000.000 de personas. Pero Mao no parecía dispuesto a admitir su fracaso: decía estar convencido de la capacidad del ser humano de lograr todo lo que se proponga con sólo su voluntad.
La Revolución cultural
Aunque al pueblo no se le informaba de los detalles, dentro del PCCH sí se sabía la magnitud del desastre económico. Por ello, aunque puertas afuera seguía siendo considerado un héroe de la Revolución, Mao fue apartado del poder efectivo durante algunos años, sólo apareciendo en público en contadas ocasiones.
Preocupado por su pérdida de influencia dentro del partido y con la ambición de recuperarla Mao lanzó en 1966 la llamada Gran Revolución Cultural Proletaria que consistía en una fuerte persecución a los antiguos líderes del PCCH acusándolos de burócratas y de traicionar a la Revolución. Salvando las distancias y las diferencias, podríamos compararla con las purgas de Stalin a los líderes del partido bolchevique en Rusia, sólo que en China se trató de un proceso incluso más caótico y violento.
Para llevar su plan adelante Mao se valió de los jóvenes y adolescentes radicalizados hasta el extremo gracias al adoctrinamiento ideológico. Estos formaron los llamados Guardias Rojos, quienes tenían vía libre para arrestar, torturar y ejecutar a cualquiera que consideraran contrario al “gran sol rojo” (el presidente Mao).
La violencia de los estudiantes desatada contra la cúpula del PCCH y contra el conjunto de la sociedad sólo pudo ser sofocada por el ejército una vez que ya dejaron de ser útiles para la lucha interna del partido. Para 1969 había sido purgado casi la mitad del politburó y más de la mitad de los miembros del Comité Central.
La Revolución Cultural no implicó solamente la persecución interna en el partido, sino que abarcó a todos los ámbitos de la sociedad. Se buscó combatir todo lo que perteneciera al viejo régimen anterior a la Revolución y la República Popular, esto incluye a las corrientes de pensamiento tradicionales como el taoísmo y el confucianismo. Esta persecución llegó al extremo de destruir textos clásicos y monumentos históricos. Todo lo que caracterizaba a la antigua China sería eliminado y reemplazado por la filosofía de la nueva China: el pensamiento de Mao.
La muerte de Mao y el cambio de orientación política
Una vez que los jóvenes movilizados por la Revolución cultural fueron neutralizados por el ejército y enviados a campos de “reducación” la censura y la propaganda seguía siendo el principal medio de poder del gobierno. Los responsables de planear junto con Mao la Revolución cultural y de organizar a la Guardia roja fueron los llamados “Banda de los cuatro”, integrada por Zhang Chunquiao, Yao Wenyuan, Wang Hongwen y Jiang Qing, esta última era de hecho la esposa de Mao.
Mao Zedong murió en 1976. En su lugar asumió Hua Guofeng, quien sorpresivamente hizo detener a los integrantes de la Banda de los cuatro a quienes culpaba de los excesos de la Revolución cultural (quitándole responsabilidad a Mao). También indultó a Deng Xiaoping, quien había criticado duramente en su momento al Gran salto adelante y fue perseguido y encarcelado durante la Revolución cultural.
Deng Xiaoping era partidario de la apertura comercial a occidente y de realizar reformas procapitalistas. Desde 1977 se hizo con el poder en China y comenzó a aplicar reformas económicas que apuntaban a la industrialización del país. La visión económica de Deng Xiaoping suele ser recordada con su célebre frase “ser rico es glorioso”, pero en realidad queda mejor definida con su otra frase “no me importa si el gato es blanco o negro siempre que cace ratones”, en alusión a que daba igual si la economía era comunista o capitalista siempre que tienda hacia su desarrollo.
En 1989 el gobierno reprimió duramente las protestas de estudiantes en la plaza de Tiananmén que demandaban una mayor apertura política dejando miles de muertos. A diferencia de la Unión Soviética, China realizó su giro hacia al capitalismo, pero sin realizar aperturas políticas, conservando el régimen de partido único.
En los últimos años el actual gobierno de Xi Jingping impulsó políticas de recuperación de la identidad cultural tradicional casi perdida tras la Revolución cultural. Las reformas económicas que instauró Deng Xiaoping y que continúan hasta hoy en día convirtieron a China en una de las principales potencias capitalistas del mundo con una riqueza inconmensurable, pero volviendo a sumir a su clase trabajadora cada vez más numerosa en un estado de esclavitud laboral inhumano.