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    A 235 años de la Revolución Francesa: El Manifiesto de los Iguales de 1797

    La revolución francesa de 1789 abrió una nueva época en la historia de la humanidad. Hoy se conmemora uno de los hitos revolucionarios más importantes: la toma de la cárcel de la Bastilla por parte del pueblo francés el 14 de julio.

    La crisis de la monarquía francesa había comenzado más de una década antes. En el contexto de la guerra de independencia de las trece colonias británicas en América del Norte, Francia apoyó política y militarmente a los sublevados, aumentando de manera considerable el gasto público.

    Esta situación que afectaron las finanzas públicas, se conjugaron con una crisis económica importante. El desempleo, la sequía y la consecuente escasez de alimentos, junto a altos impuestos, generaban un clima de malestar generalizado. Agravado por la enorme desigualdad entre la situación de la plebe, la nobleza y el clero, que no veían afectada su situación de privilegio.

    (imagen del Tercer Estado sosteniendo a la nobleza y el clero, imagen de dominio público)

    Percibiendo el malestar que se generalizaba en el pueblo, el monarca Luis XVI, convocó a los Estado Generales. Un órgano legislativo en el que se diferenciaba en tres tercios los convocados: la nobleza, el clero, y la plebe (Tercer Estado).

    En un estado de conmoción, el Tercer Estado se escinde de los Estados Generales. Agrupándose de forma separada para exigir una constitución escrita, crearon lo que hoy se conoce como la Asamblea Nacional.

    Muchos libros se han escrito sobre la revolución francesa y sus consignas de Liberté, Egalité, Fraternité. En esta breve nota de aniversario rescataremos un autor quizá poco conocido, pero importante para la historia de las ideas de igualdad: Gracchus Babeuf, y su Manifiesto de los Iguales (1797).

    Un texto poco conocido

    En una colección de pensadores socialistas anteriores a Marx (Gian Mario Bravo, Les socialistes avant Marx, Paris, 1970), plantea el autor: “Con la Revolución francesa y la conquista, por la burguesía, de la dirección del Estado, se opera un pasaje de una concepción todavía parcialmente feudal a una concepción moderna de la sociedad. Tras los utopistas, comunistas y materialistas del «siglo de las Luces», vendrán los revolucionarios, los organizadores del proletariado del siglo XIX.”

    Los problemas que surgieron tras la revolución francesa, trascienden su época: “El problema de la eliminación de los últimos vestigios de la aristocracia feudal y de la limitación del poder económico y político de la burguesía, el problema de los medios de satisfacer las necesidades de la nueva clase que se presente sobre la escena de las naciones; cuestiones de la distribución y de la redistribución de la riqueza (…)” (Gian Mario Bravo, Les socialistes avant Marx, 1970).

    En ese contexto surge, por parte de uno de los tribunos del pueblo, Gracchus Babeuf (o Graco en castellano), el Manifiesto de los Iguales (1797). Babeuf conformaría parte de la Conjuración por la igualdad frente al desarrollo del Termidor tras la muerte de Robespierre. Quienes fueron brutalmente reprimidos.

    En este aniversario número 235 de la Toma de la Bastilla, homenajeamos a este revolucionario de las ideas de la igualdad.

    Manifiesto de los Iguales, 1797 (extractos).

    «Igualdad de hecho, final último del arte social»

    -Condorcet, Tableau de l’esprit humain, p. 329.

    ¡Pueblo de Francia!

    Durante quince siglos habéis vivido como esclavos, y por consiguiente con desdicha. Apenas hace seis años habéis empezado, con la esperanza de la independencia, a respirar felicidad, igualdad.

    ¡La igualdad! La primera exigencia de la naturaleza, la primera necesidad del hombre y el principal lazo de toda asociación legítima.

    (…)

    “Desde tiempos inmemoriales se ha repetido nos han repetido con hipocresía: «los hombres son iguales»; y desde tiempos inmemoriales pesa incesantemente la más degradante y la más monstruosa desigualdad.”

    (…)

    ¡Magnífico! Pedimos aquí en adelante vivir y morir iguales, lo mismo que hemos nacido iguales. Exigimos la igualdad real o la muerte, eso es lo que queremos.

    (…)

    ¡La Revolución francesa es únicamente precursora de otra, más grande y más solemne revolución, que será la última!

    ¡Queremos no sólo la igualdad transcrita en la declaración de los Derechos del Hombre y los ciudadanos; queremos tenerla entre nosotros y bajo el techo de nuestras casas!

    (…)

    La ley agraria, o reparto de las tierras, fue aspiración inmediata de algunos sin principios, de algunos pueblos movidos por su instinto y no por su razón. Nosotros queremos algo más sublime y más equitativo: el bien común, o la comunidad de bienes. No más propiedad individual de la tierra; la tierra no pertenece a nadie. ¡Queremos y tendremos, el disfrute común de los frutos del mundo, frutos que son de todos!

    (…)

    ¡Pueblo de Francia!

    Abrid vuestros ojos y vuestros corazones a la plenitud de la felicidad. Reconoced y proclamad con nosotros la República de los Iguales.

    Gracchus Babeuf, Manifeste des égaux (1797).

     

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